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El aceite de oliva virgen es el jugo de
la aceituna, por lo que conserva todo el sabor y propiedades nutritivas del
fruto del olivo. El aceite de oliva es el más rico en ácido oleico. Es por
tanto una grasa monoinsaturada, con efecto muy beneficioso sobre el colesterol,
bajando las tasas de LDL, colesterol malo, y incrementando las de HDL, el bueno
(adecuado pues en todos los problemas cardiovasculares)
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Y si es aceite de oliva virgen extra
(obtenido de la primera presión en frío), es muy rico en vitamina E, que
protege a la grasa de la peligrosa acción de los radicales libres, oponiendo
resistencia a la oxidación que estos producen sobre el cuerpo humano.
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También tiene efectos anticancerígenos,
y favorece la digestión porque estimula la vesícula biliar.
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Ejerce un efecto protector y tónico de
la epidermis (la piel)
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Estimula el crecimiento y favorece la
absorción del calcio y la mineralización.
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Por su contenido en vitamina E y el
efecto antioxidante de ésta sobre la membrana celular, el aceite de oliva está
especialmente recomendado para la infancia y la tercera edad (ayuda a prevenir
la arteriosclerosis y sus riesgos)
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Es el más apropiado para nuestras
necesidades. El profesor Tallarico cita: "Únicamente el aceite de oliva
tiene el privilegio de poseer una composición química en cuanto a la cualidad
de sus grasas, que le semeja, como gota de agua, a las grasas de la leche
humana y a la trioleína contenida en los tejidos humanos".
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El aceite de oliva es un alimento
asombroso y pura medicina natural, dice R. Dextreit, indicado para todas las
enfermedades de hígado, insuficiencia hepática, litiasis biliar,
hiperclorhidria, estreñimiento, etc. Al inverso de las demás grasas sólidas, no
cansa ni el hígado ni el páncreas durante la digestión y la asimilación.